El verdadero Instagram, sin filtros… o cómo usar un zapato como chaqueta (y viceversa)

El verdadero Instagram, sin filtros… o cómo usar un zapato como chaqueta (y viceversa)

A estas alturas, en estos tiempos de auge de tecnológico, de numerosas aplicaciones que se presentan diariamente, de actualizaciones constantes de softwares, de redes sociales presentes en cada detalle de nuestra vida… de repente ¡Instagram!

No te pregunto. Si has llegado a este post es porque eres uno de esos 300 millones de usuarios con los que cuenta la red social en la actualidad. ¡Una cifra abrumadora a la par que real! 300 millones de perfiles, de todas partes del mundo que hacen una media de… ¿pongamos 4 actualizaciones al día? La media de imágenes diarias supera la impactante cifra de 1.200 millones de fotos. ¿Qué te parece este dato?

Es asombroso ver el impacto que ha alcanzado esta sencilla red social que se basa en la idea de compartir imágenes principalmente (también vídeos, con ciertos límites) a las que se les añade un filtro visual y un sinfín de hashtags para asociar la misma con comunidades o perfiles similares y, de esta forma, crear comunidad en torno a intereses particulares. Esa es la verdadera naturaleza de la red social, ¿cierto? Una simple imagen cuadrada (otra característica asociada a Instagram) aunque la red social ya permite subir imágenes en vertical y horizontal, todo un avance para satisfacer a una potente legión de instagramers repartida a lo largo del globo.

Pero… ¿en serio? ¿Utilizas Instagram para estar en contacto con personas que comparten tus inquietudes, porque quieres aprender sobre algún tema específico, porque sigues a algún personaje público y te encanta estar al tanto de todo?

Veamos 2 tipos de comportamientos de lo más comunes en Instagram:

1.- El mostrar por mostrar, lo que sea, donde sea, cuando y con quien sea. Una foto con un amigo, con tu pareja, un viaje, una fiesta, un día de relax,… momentos hay miles, pero… ¿A quién le importa que vayas a la ducha, vengas del gimnasio, o vayas a comer palomitas mientras ves Gran Hermano?

2.- La fiebre de hashtags. Sí, sí, fiebre alta. Los hay que ocupan más tiempo en insertar hashtags que en editar la propia foto. En castellano, pero no pueden faltar términos en inglés, y los clásicos hashtags en los que el usuario pide a gritos que por favor lo sigan (como si su vida corriera serio peligro si no lo hacen).

El resultado de estos dos comportamientos se refleja en un muro/tablón/perfil cargado de publicaciones de lo más variopintas y a su vez insignificantes (entendiendo como tal imágenes carentes de relevancia social). Le acompaña un regimiento de hashtags, en muchas ocasiones simples agrupaciones de palabras que no dan acceso a términos o temas específicos, o que te llevan a un grupo de interés que no es el que realmente estabas buscando (si es que de verdad buscabas algo más).

Eso sí… tengo que admitir que con tanto hablar de foto, de hashtags y de perfiles sociales, me han entrado unas ganas locas de poner mi perfil de Instagram al día. No sé por qué. O sí.

Lo cierto es que esta red social, que nació en 2010 y que sigue creciendo como la espuma, no es más que un escaparate de nuestra vida, un álbum de recuerdos fotográficos un tanto peculiar, pues confieso que jamás vi en mi casa un álbum de fotos lleno de platos de comida, ni de fotos de mi padre yendo o viniendo del trabajo, ni instantáneas de las 200 prendas que mi hermana se compraba en época de rebajas. ¡Debe ser que con el mundo digital y el consiguiente ahorro en carretes y revelados, las alternativas se multiplican, y de qué manera…!

Pero tiempo al tiempo… Instagram, por sencilla, pasa a ser demasiado simple. Veáse el caso de Twitter, hasta hace poco la segunda red social por volumen de usuarios (por detrás de Facebook); ahora, sumergida en una intensa crisis por la cantidad de perfiles fantasma o inactivos que existen.

Twitter, el padre de los hashtags, de las tendencias y las conversaciones entre millones de usuarios en base a ellos. Pero siendo realistas, hay que reconocer que la gran mayoría de perfiles personales no alcanzan interacción alguna y, con el tiempo, muchos son los que optan por abandonar esta red social, cansados de publicar contenidos que no interesan a nadie. Tenemos que admitirlo: no todos somos un Joaquín Sabina, un Vargas Llosa o un Pablo Iglesias… (salvando alguna distancias).

Nosotros a lo nuestro: nuestro universo, nuestras amistades y nuestras cosas, en Facebook, nuestro espacio online más personal; nuestro futuro trabajo, en LinkedIn, y así, como en la vida real, con todo ¿o no? Al César, lo que es del César. Dejemos de usar zapatos como chaquetas, y viceversa.

No se trata de no publicar, de no tener presencia, sino de saber que tenemos el derecho a hacerlo, pero con conocimiento de causa, identificando nuestros objetivos y marcando un público determinado al que hacerle llegar el mensaje. De esta manera, podemos tener un Instagram privatizado al que tengan acceso nuestros círculos más cercanos (y en el que poder compartir nuestra vida sin necesidad de introducir hashtags), o bien optar por una cuenta pública para compartir contenido de interés relacionado con algún tema específico (aquí los hashtags serían una buenísima elección).


Comunicador audiovisual, diseñador web, community manager y emprendedor. De Cádiz. CEO en Jesús Rivero Web & Marketing. Emprender es para mí, más que una profesión, una vocación. "Tu éxito depende de ti". ¡Activa el camino al éxito!

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